El día que regresé a la tierra que me vio nacer

Hoy quiero compartir con ustedes sobre el día que decidí regresar a la tierra que me vio nacer; fue el 24 de octubre del 2012. En ese momento, yo vivía en Miami; llegué a esa ciudad en 1979 junto a mi esposa Ana Lorena de vacaciones y terminamos quedándonos por años.

Día tras día, mi regreso a Nicaragua se prolongaba, hasta que mi visita se hizo permanente. El tiempo transcurrió como transcurre siempre, con sus altos y bajos, períodos de escasez y períodos de abundancia. Tengo anécdotas de grandes dificultades durante mis inicios en Miami; como tantos indocumentados, me quedé sin papeles legales y trabajando de lo que fuera sin permiso de empleo. Siempre tuve nostalgia por regresar a Nicaragua, ésta se acentuaba cuando razones migratorias me lo impedían. 

Con el pasar del tiempo, junto a Alfredo Pellas y Johnny Sordo, fundé BAC Insurance Corp., una empresa corredora de seguros internacionales que alcanzó mucho éxito y me permitió vivir con comodidad.  

Pero antes de dar detalles sobre ese 24 de octubre del 2012, les comento sobre mi niñez; fue en esos primeros años donde aprendí a querer a Nicaragua y a su gente. 

Yo, de niño, con camisa rayas, junto a mis primos y hermana Marisol

Mi abuelo paterno, Humberto Sánchez, fue un finquero que salió de su zona de confort, abandonó Carazo y buscó mejor vida en un lugar, entonces muy lejano, Esquipulas, Matagalpa. Allí se estableció y adquirió haciendas donde abundaban los ríos y las montañas. 

Humberto Sánchez

Tendría yo 7 años cuando empezamos a movernos a la finca durante los tres meses de vacaciones. En ese tiempo aprendí a disfrutar del despertador natural que es el canto de los sinsontes y los chichiltotes, a saborear la leche de vaca recién ordeñada revuelta con pinol y endulzada con atajo de dulce. 

Yo en la finca con un ternerito

Disfrutaba del viento de los lugares abiertos y en especial cuando correteábamos los caballos y el aire chocaba en mi cara. Nada más sabroso que descansar bajo la sombra de una ceiba a orillas de un río o, energizar el cuerpo en horas tempranas lanzándonos a una posa de agua fría. 

Yo en el río de brazos cruzados, junto a mi hermana Marisol

Mi abuelo acostumbraba a llevarnos a desayunar con los trabajadores en la cocina de la finca. El piso era de tierra, la cocina de leña y el humo para ahumar el queso y las cuajadas, se expandía por toda la casona de madera. 

La cocinera servía a los mozos de la finca y a nosotros, una tortilla gigante con huevos fritos, frijoles, cuajada y crema.  

En esa tertulia de desayuno, nos enterábamos de las necesidades de los mozos y el abuelo les daba solución si estaba a su alcance. Los problemas eran económicos, de salud o de amores 

Otra parte de mi crecimiento fue en Carazo, guardo en mi memoria el recuerdos de los viajes al mar y al llegar respirar el inconfundible aroma de la bruma cuando está cargada de sal y, caminar descalzo sobre la arena, que resulta placentero cuando esta húmeda y doloroso cuando está caliente. 

Tanto en Carazo como en Esquipulas, la norma al finalizar el día era sentarnos a escuchar a los empleados atemorizarnos con cuentos de camino, las historias de la Mocuana y la Cegua que no nos dejaban dormir. 

Estos cuentos se pasaban de boca en boca ya que muchas de estas personas no sabían leer. 

También en esos círculos a media luz, los narradores nos confiaban sus necesidades para que lleváramos el mensaje de auxilio a nuestros padres. 

Mi otro abuelo, don Elías Serrano, era contador de profesión y maestro de corazón, conocido en Jinotepe como el “maitro Elías,” me enseñó matemática razonada donde el pensamiento crítico y el “porqué" de las cosas es tan importante como la respuesta. 

Era un señor elegante, siempre de traje, corbata y sombrero. Llegó a ser Ministro de Hacienda pero su pasión consistía en sentarse en el parque y dar clase a los lustradores y vendedores ambulantes que se conglomeraban a su alrededor. 

Mi hermosa madre, Olga Serrano

A esa edad empecé a desarrollar principios de relaciones humanas y valores. Mi madre, Olga Serrano, fue una mujer de oración y de caridad. Ella me inculcó con el ejemplo el amor al prójimo, la caridad y la prudencia. Mi abuelo Humberto, me enseñó sobre responsabilidad social y a compartir. Mi abuelo Elías, la importancia del pensamiento crítico y que todos tenemos el poder de enseñar a otros. 

Mi padre, Rafael Sánchez Richardson

Ahora quiero hablarles de Rafael Sánchez Richardson, mi padre. Hablar de mi papá es hablar de un hombre que me influenció muchísimo para ser la persona que soy hoy. 

Mi papá se inclinó por estudiar Física y Matemáticas en contra de la opinión de mi abuelo que insistía en que: “los números no se comen, las vacas sí.” Estudió en la Universidad de Syracuse en Nueva York para su doctorado y regresó a Nicaragua a fundar el Departamento de Física y Matemáticas de la UNAN. Fue un hombre de grandes principios. En los 80, le ofrecieron la posición de encargado de las Estadísticas Nacionales de Nicaragua; era un puesto importante con un buen salario para ese tiempo. Pero cuando le insinuaron modificar los resultados, mi papá se enojó muchísimo y rechazó la oferta a pesar de los “beneficios” que ese puesto podría brindarle en su momento. 

Mi papá me enseñó mucho con su ejemplo, como seguir mi propio destino y a tener confianza en mis decisiones. 

Cuando mi padre falleció fue muy difícil para mí, pues en ese momento todavía no tenía documentación legal en Estados Unidos. No pude salir de Estados Unidos para despedirme de él en Nicaragua. Dicen que las dificultades te hacen más fuerte. Yo enfrenté ese enorme golpe refugiándome en el trabajo y enfocándome en el deseo de superación que me inculcó mi papá. 

Junto a Alfredo Pellas y Johnny Sordo

Lograr cofundar BAC Insurance Corp junto a Alfredo Pellas y Johnny Sordo fue un gran logro para mi y en cierta forma un punto de estabilidad, donde pensaba quedarme trabajando de por vida. Pero por aquellas vueltas del destino eso cambiaría. 

Junto a Álvaro Pereira, antiguo Director Ejecutivo de ANF

Recuerdo cuando ANF apenas iniciaba, sin tener ni espacio, ni equipo propio. Su director ejecutivo, Álvaro Pereira solicitó apoyo de mi oficina. Fue Álvaro quien me introdujo a la misión de ANF y a pesar de que en ese momento la obra apenas iniciaba, me sentí motivado a agregar mi grano de arena. 

Restaurante El Novillo en Miami, Florida

Allá por el año 1997, un grupo de amigos decidimos ser voluntarios para aumentar la visibilidad de la Fundación y ayudar a captar fondos. Recuerdo una reunión en el Restaurante El Novillo. En una mesa pequeña, me senté con mi esposa y Álvaro Pereira. Le propusimos hacer una fiesta para recaudar fondos. Haríamos un evento elegante que permitiría a los Nicas socializar en un ambiente agradable, disfrutar del Ron Flor de Caña y saborear un buen churrasco y a la vez cooperarían con la misión de la Fundación. 

Alfredo Pellas y Theresita Pellas, fundadores de ANF durante Gala ANF en Miami, Florida

Así nació la idea de la primera Gala de ANF, la cual se destacó por el entusiasmo y esfuerzo de los voluntarios.  Con esta primera fiesta nació el voluntariado en ANF. La Gala llegó a convertirse en “el evento” anual de los Nicas de Miami. 

Junto a Luis Navas, parte de la Junta Directiva de ANF

En 1998 mi compromiso con ANF era mayor, ese año ingresé a la Junta Directiva e inició una nueva etapa de mi vida. Del voluntariado para la fiesta pasé a una participación más activa y con mayor responsabilidad en la Junta Directiva. Desde entonces tuve la oportunidad de servir y presidir diversos comités; todos, sin excepción, han dejado en mí una huella de aprendizaje y enormes satisfacciones. 

Ahora quisiera adelantarme rápidamente a ese importante día en mi vidaese 24 de octubre del 2012; día en que decidí regresar a vivir a Nicaragua. 

Durante una reunión de Junta Directiva, un grupo de consultores me recomendaron como la persona idónea para ocupar el puesto de nuevo director ejecutivo y querían saber si aceptaba la oferta. 

En ese momento, mi primera inclinación fue aceptar; pensé que ésta era una oportunidad para ayudar a mejorar el futuro de Nicaragua. Pero casi de inmediato, muchos pensamientos cruzaron mi mente. En el negocio de seguros había logrado triunfar; en ese momento, la empresa estaba operando en 23 países y mi relación y reputación con proveedores y representantes era excelente. Si aceptaba el puesto de director ejecutivo de ANF, tendría una reducción de ingresos personales, menos viajes por el mundo, entre otras cosas que parecían importantes en su momento. En teoría, había alcanzado la cima de mi carrera profesional. Cualquier empresario diría que era una mala decisión. ¡Una locura! 

Mis padres

Pero luego recordé a mi padre; pensé en su determinación y confianza en sus decisiones sin darle cabeza a comentarios negativos. También pensé en lo dadivoso de mi madre y las enseñanzas de los abuelos. Recordé el dicho: “uno se levanta del juego cuando va ganando.” Pero antes de aceptar la oferta, decidí realizar una visita intensa a Nicaragua. Elegí el mes de octubre para hacer un recorrido por varios proyectos y obras de ANF. 

Río Estelí

Visitamos el norte de Nicaragua. Recuerdo que caminábamos bajo un sol inclemente sobre el lecho donde fue el caudaloso Río Estelí, el cual se encontraba casi totalmente seco. 

Pasamos por varias posas de agua estancada donde los zopilotes y perros flacos compartían el agua sucia. La lama le daba al agua un color verdoso y el excremento de los animales emitía un mal olor que se mezclaba con el tufo de un caballo viejo que no logró sobrevivir. 

De pronto notamos a la orilla de una de las pozas, una figura en cuclillas que parecía estar orando. Al acercarme, pude observar con claridad a una señora que aparentaba como 70 años, pero que perfectamente podría ser mucho menor, y lucir envejecida por la dura vida de la zona. Ambas rodillas tocaban la tierra y sus manos apoyadas en el suelo pedregoso sostenían el peso de su cuerpo, su respiración era pesada y jadeaba por el esfuerzo que había hecho sacando arena de un hueco que excavó en busca de agua limpia. A su lado un balde viejo con una pana para recoger el líquido. Escuchó que me acercaba, giró la cabeza hacia mi diciendo una frase que aún resuena en mi cabeza: 

“Es duro a mis 60 años estar arrodillada en estas piedras lajas, todo para recoger un poco de agua limpia para mi nieta,” 

Después agregó: “Todos los charcos están contaminados...ni ese que se ve limpio se salva, si alguien toma de esa agua se muere de diarrea; ya le pasó a una sobrina.” Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente. 

Durante esas tres semanas de viaje, también visité La Chureca en Managua, lugares muy pobres de León y Chinandega; pude ver las necesidades de la gente. Visité Cusmapa y sentado alrededor de una mesa con un beneficiado de ANF, escuché su historia mientras comíamos frijoles con tortilla, cuajada y crema...¡era como volver al pasado! Sentí el viento en la cara como cuando niño visitando el Tuma La Dalia. Caminé descalzo por las playas disfrutando del aire cargado de sal. Visité hogares de niños y ancianos; lugares donde personas con capacidades diferentes agradecían a ANF por su apoyo; escuelas donde los muebles, cuadernos y alimento era donado por medio de la Fundación. Hospitales, clínicas y dispensarios donde los médicos y administradores resaltaban la obra. En esas tres semanas recordé mi niñez y sentí la semilla de amor al prójimo que mis padres sembraron en mí. 

El 24 de octubre del 2012 fue el último día de mi viaje. Ese fue el día que decidí aceptar el puesto de director ejecutivo de ANF y mudarme nuevamente a Nicaragua, la tierra que me vio nacer. 

Junto al padre Joselito

Durante mi período como director ejecutivo, dimos prioridad a reforzar los valores de ANF con el apoyo del Padre Joselito y fomentar el trabajo en equipo con las giras de peregrinación a los diversos proyectos. 

Hicimos un esfuerzo para que las diferentes áreas de la fundación lograran el auto sostenimiento financiero y nos posicionarnos entre las mejores empresas para trabajar en Centroamérica. Serví como director ejecutivo desde 2013 al 2019.  

Junto a Nicolás Argüello

Algún día mi sucesor, Nicolás Argüello, contará su propia historia. Actualmente actúo como vicepresidente, mi responsabilidad es ser el canal de comunicación con la Junta Directiva y asesorar.  

Junto a mi esposa Ana Lorena en mi bella Nicaragua

Para finalizar, les digo por experiencia propia, que ANF no solo cambia la vida de los beneficiados sino nuestra propio ser. Mi vida dio un giro de 180 grados en el momento menos esperado. Un cambio que me permitió fortalecer mi amor por Nicaragua, conectarme con mis raíces y con la persona que mis padres forjaron durante mi infancia. 

Cada uno de nosotros tiene una historia que contar. Compartamos historias que reflejen el impacto y misión de ANF; si se quedan callados esa historia muere, si la comunicamos, esa historia se multiplica y da frutos. 

Los dejo con esta frase: 

El que aprende y aprende pero no práctica, es como el agricultor que ara y ara la tierra pero nunca siembra.  

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